La mala fama las acompaña desde hace varios lustros. Integran el paisaje de las rutas tucumanas. Son parientes de la desgracia y la muerte. Las rastras cañeras alcanzan un triste protagonismo durante la zafra tucumana. En junio, suelen comenzar sus apariciones. A veces tímidamente y luego con mayor enjundia aparecen involucradas en accidentes, muchos de ellos mortales. Es una historia que año a año se repite y que hasta ahora no ha podido ser erradicada por las autoridades.
En 2016, las rastras fueron noticia en varias oportunidades. En noviembre pasado, en la ruta N° 307, a la altura de La Ciénaga, cinco kilómetros al oeste de Acheral, alrededor de las 23.40, un joven de 28 años que circulaba a gran velocidad en su automóvil en dirección al oeste; desde el lado norte de la ruta, salió un camión con un volquete cargado con caña. La rastra aún no se había incorporado del todo en la carretera, y avanzaba de costado y lento hacia el lado este, cuando el joven la embistió a gran velocidad. El fuego ya había devorado totalmente el vehículo y a su conductor, cuando llegaron los bomberos voluntarios de Monteros. Unos días antes de esta desgracia, se había producido un accidente en el mismo lugar con el saldo de una mujer herida. En esa ocasión, un automóvil chocó con una rastra cañera que salía de un camino lateral y se fue hacia la banquina.
En agosto pasado, un motociclista murió, tras haber chocado contra una rastra cerca de Famaillá. El percance ocurrió en la ruta N° 301 en las proximidades de la localidad de La Montañita. Un grupo de vecinos le avisó a la Policía que una rastra circulaba con una motocicleta incrustada en el último carro helvético cargado con caña, de los varios que tiraba un tractor. Según se informó, el vehículo no habría contado con los sistemas de iluminación obligatorios. Ese mismo mes, un hombre chocó con su moto de frente contra un camión, a pocos metros del río Caspinchango (Famaillá) y murió en el acto. Un ciudadano de 46 años falleció cerca de Aguilares, tras embestir de frente con su camioneta a un camión cañero. La víctima llevaba cinturón de seguridad y pese a que se activaron los airbags, perdió la vida.
Otros episodios luctuosos, se registraron el 29 de junio, cuando un ómnibus de la empresa Andesmar, que se dirigía a Córdoba, embistió durante la tarde a una rastra en la ruta 9, en la entrada a Santa Rosa de Leales; sólo se registraron heridos de distintas consideraciones. El 22 de julio, un motociclista, de 26 años, murió luego de chocar de frente contra una rastra, cerca de la localidad de Arcadia. El 23 de julio, un automóvil fue arrasado por un camión que transportaba caña, que quedó volcado sobre el pavimento con su carga esparcida por el suelo cerca de Monteros. Los cuatro ocupantes del vehículo resultaron heridos.
Las estadísticas señalan que unos 7.000 vehículos circulan diariamente sólo por la ex ruta 38, y a estos se suman los transportes cañeros: rastras tiradas por camiones, tractores y por caballos. Si los accidentes se repiten año a años, significa que algo se está haciendo mal. A menudo los funcionarios han sostenido que hay conductores que eluden los controles. Si se efectuara un censo de rastras en el que se consignara además sus propietarios y el trayecto que realizan, se podría efectuar entonces una inspección al iniciarse la zafra y posteriormente un seguimiento de estos vehículos.
La zafra está aún en pañales. Las autoridades tienen una vez más la gran oportunidad de levantar el histórico aplazo y tomar todos los recaudos para evitar el dolor y el llanto de familias como consecuencia de estos accidentes, antes de que el aciago junio comience a rodar. Tal vez así, en algún momento, las rastras dejen de ser sinónimo de muerte.